sábado, 4 de febrero de 2012

¿Hasta cuándo?

Estamos viviendo una situación de crisis, tanto política como económica, que no parece tener fin y que se asemeja a la que se vivió en Francia durante el reinado de Luis XIV, el Rey Sol. Basta con atender a una conversación entre el ministro Colbert y el plenipotenciario cardenal Mazarino para darse cuenta de ello. El diálogo transcurrió de la forma siguiente:
"Colbert: Para conseguir dinero, hay un momento en que engañar al contribuyente ya no es posible. Me gustaría, Señor Superintendente, que me explicara cómo es posible continuar gastando cuando ya se está endeudado hasta al cuello...
Mazarino: Si se es un simple mortal, claro está, cuando se está cubierto de deudas, se va a parar a la prisión. ¡Pero el Estado...! ¡Cuando se habla del Estado, eso ya  es distinto! No se puede mandar el Estado a prisión. Por lo tanto, el Estado puede continuar endeudándose.
¡Todos los Estados lo hacen!
Colbert: ¿Ah sí? ¿Usted  piensa eso? Con todo, precisamos de  dinero, ¿y cómo  hemos de obtenerlo si ya creamos todos los impuestos imaginables?
Mazarino: Se crean otros.
Colbert: Pero ya no podemos lanzar más impuestos sobre los pobres.
Mazarino: Es cierto, eso ya no es posible.
Colbert: Entonces, ¿sobre los ricos?
Mazarino: Sobre los ricos tampoco. Ellos no  gastarían más y un  rico que no gasta, no deja vivir a centenares de pobres. Un rico que gasta, sí.
Colbert: Entonces, ¿cómo hemos de hacer?
Mazarino: Colbert, ¡tú  piensas como  un queso de  Gruyere o  como un  orinal  de enfermo! Hay una  cantidad  enorme de  gente  entre los  ricos y los  pobres. Son todos  aquellos  que trabajan  soñando en llegar  algún día  a enriquecerse  y temiendo llegar a  ser pobres. Es a esos a  los que debemos gravar con  más impuestos...., cada  vez más...., ¡siempre más! A esos, ¡cuánto más les quitemos, más  trabajarán para compensar lo que les quitamos! ¡Son una reserva inagotable !"


Es indignante que los desmanes de los poderosos tengamos que pagarlos siempre los mismos, que todo el peso de las crísis económicas caiga como una losa sobre los ciudadanos para exprimirnos hasta la extenuación.
Es insultante la incapacidad de los dirigentes políticos para gestionar los asuntos económicos.
Es asombrosa e increíble la resignación y capacidad de aguante del pequeño contribuyente para soportar estoicamente las situaciones de penuria económica más insospechadas; situaciones que, gracias a la solidaridad familiar, no hacen saltar por los aires la paz social.
Y, ante este panorama, la pregunta es obvia: ¿Hasta cuándo?