domingo, 9 de febrero de 2014

El Ejecutivo

La alarma de su móvil sonó a las 6:30 h. como cada mañana. Mientras se duchaba iba repasando mentalmente la agenda del día. Tomó su desayuno y se vistió impecablemente con porte de ejecutivo, como siempre.
Cogió su maletín y su portátil, las llaves del coche y salió de casa hacia el despacho. Una vez en el vehículo puso su música preferida y salió al asfalto dispuesto a afrontar una nueva jornada. Como un autómata tomó una ruta en dirección contraria a la de todos los días.
Inmerso en su interior,  se encontró en una pequeña explanada donde moría el camino forestal que había tomado unos quince minutos antes. Paró el automóvil y acabó de escuchar aquella balada de saxo que tanto le gustaba.
Cogió sus herramientas de trabajo –maletín, portátil y móvil- y se adentró por una senda flanqueada por esbeltos chopos de ribera.
Se cruzó con dos jóvenes que venían corriendo y, al verlo de aquella guisa, se quedaron perplejos, pararon y lo siguieron con su vista durante unos segundos sin dar crédito a lo que veían.
Él continuó, como si tal cosa, desviándose a la izquierda por una angosta vereda que le condujo a un pequeño claro. Cada vez era más patente el suave murmullo del agua acariciando sus tímpanos. La mueca de sonrisa que, ya hacía rato, se había ido dibujando en su rostro, ahora se hacía más notoria abarcando ya toda su cara. Su cuerpo producía endorfinas sin parar y un estado de bienestar se apoderaba de su ser.
Buscó un saliente sobre el cauce y se acomodó desplegando sus útiles.
Un  rayo de sol apareció tímidamente entre las ramas de los árboles acariciando cálidamente su rostro, lo que hizo acrecentar aún más sus sensaciones.
Abrió la agenda por la fecha y repasó las tareas pendientes. Comprobó que tanto su móvil como el portátil tuvieran cobertura. Realizó una serie de llamadas a sus clientes; repaso legislación; redactó documentos y llevó a cabo una serie de cálculos relacionados con los tributos.
Sin darse cuenta la mañana se había esfumado como por arte de magia.
Se recostó sobre la hierba, emborrachándose del azul del cielo que se atisbaba entre las hojas de los árboles mecidas suavemente por el viento, al tiempo que la música del discurrir del agua por el lecho le regalaba los oídos, y el aire fresco y limpio henchía sus pulmones.
Repasó lo que había sido su existencia hasta ese momento; recordó a los seres queridos que se habían ido y una paz serena se hizo en él.
A partir de ese día, su vida ya no sería igual.

sábado, 8 de febrero de 2014

Escudriñando el Diccionario (5)

ajimez
1. Ventana arqueada, dividida en el centro por una columna.
2. Saledizo o balcón saliente hecho de madera y con celosías.

bagazo
1. Cáscara que queda después de deshecha la baga y separada de ella la linaza.
2. Residuo de una materia de la que se ha extraído el jugo.

farallo
migaja  de pan

páprika
pimentón

prístino
antiguo, primero, primitivo, original.

tajea
puente pequeño en un camino, hecho para que por debajo de él pasen las aguas o una vía de comunicación poco importante.