Siento en mi interior impotencia amarga,
desazón airada del que nada puede
ante la evidencia que nos desparrama
nubarrones negros sobre la existencia.
Siento ira inmensa, tristeza en el alma,
cuando la sinrazón se ceba, sin causa,
sobre las personas que nos acompañan
en nuestro caminar, en nuestras andanzas.
Pero, al mismo tiempo, tengo la certeza
de que, aunando nuestras voluntades,
conjuntando nuestras esperanzas,
daremos la vuelta a la realidad vana.
Y pasearemos por la verde alameda,
donde el chopo enhiesto hacia las alturas
se aferra a la tierra de suave ribera,
saciando su sed con el agua clara.