Frente a mí, la rocha parda
recortada en el azul
del cielo que la ilumina,
igual que un cuadro abstracto
de negros sobre marrón.
A sus pies discurre el río
con sus aguas de cristal,
plácidas y transparentes,
con murmullo celestial
en armonía silente.
Las cañas se bambolean
con su grácil vestimenta,
cual ballet en apogeo,
al albur del viento suave
que sopla sin descansar.
Y los buitres leonados,
abiertos de par en par,
se mecen en las alturas
como si fuesen veleros
navegando por el mar.
Inmerso en este paisaje,
en mi alma se hace la paz.
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