sábado, 7 de septiembre de 2013

Veranos de cosecha

Espigas doradas vencidas en el suelo,
preñadas de granos de esperanza,
reposando sobre el ocre de la tierra,
recogidas en gavillas por las manos,
rebosantes de fuerza y de vida,
de segadores atezados en el campo.

Las hoces cercenaron su existencia,
dando a luz a ilusiones compartidas.
La cosecha como pago del trabajo,
de labradores curtidos en la sierra,
a base de sudores y fatigas,
para dar de comer a sus  familias.

Los fajos extendidos en la era,
sobre las piedras ordenadas al efecto,
esperando que el trillo los deshaga,
separando los granos de la paja.
Al ritmo de una jota soberana,
las caballerías danzan que te danzan.

Y después de la trilla, el aventado.
Las horcas lanzadas hacia el cielo,
elevando la montonera al infinito,
al encuentro del viento esperado.
Las talegas henchidas al granero,
la dorada paja para su uso cotidiano.

Y al final de la jornada, derrengados,
una frugal cena a la luz de los candiles,
y el merecido descanso en la cambra,
sobre cobertores encima de la paja.
Los sueños comienzan a volar,
deseando el regreso a las casas.

Así recuerdo los veranos de cosecha,
como un tesoro guardado en mi memoria.

2 comentarios:

  1. Te leo a menudo, escribes con mucho sentimiento de esta nuestra tierra

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  2. Es reconfortante un comentario como el tuyo, además de ser un acicate para seguir. Gracías María.

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