Caminaba pensativo. Licenciado en filosofía y letras, 25 años, con un escuálido curriculum de empleos esporádicos y precarios. Daba rienda suelta a sus ideas escribiendo ensayos sobre aspectos de la vida. En la plaza, abarrotada de conciencia colectiva, se respiraba compromiso y libertad. A partir de ese mayo, nada iba a ser igual para él. Su mente henchida de propuestas, su alma cargada de ilusión. Repasó la chuleta que llevaba. La Asamblea iba a comenzar.
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